miércoles, 18 de enero de 2017

El último vuelo



Para todos existe un final, sin excepciones. Es algo tan natural como la vida misma. A lo largo de los años de campeo se suceden algunas observaciones que se corresponden con ejemplares encontrados muertos.

Por supuesto, el localizar un ave anillada muerta proporciona una información valiosa para los investigadores. Se obtienen datos sobre la duración de la vida (lo comenté en la entrada titulada “La longevidad de la avoceta”), tasas de mortalidad, supervivencia en diferentes períodos de edades, causas de mortalidad, etc. Existen tantas posibilidades como cuestiones se puedan plantear.

Detalle de las anillas plásticas de lectura a distancia y la anilla metálica.

En los arrozales se forman grandes dormideros comunales de láridos, principalmente formados por gaviota sombría y gaviota reidora. Estos dormideros pueden estar integrados por miles de aves, algunas veces por decenas de miles. Con tal concentración no es raro localizar ejemplares muertos en estas zonas.

El otoño pasado localizaba en uno de estos dormideros de Isla Menor (Sevilla), una gaviota sombría (Larus fuscus) que portaba anillas plásticas de lectura a distancia. En la tibia derecha poseyó una anilla azul con los dígitos blancos “J.G” y en la tibia izquierda una anilla negra sin inscripciones. La anilla metálica oficial tenía remite holandés “Vogeltrekstation Arnhem-Holland”.


Esta codificación de anillas es utilizada por Roland-Jan Buijs, que me envió el historial vital del ejemplar. Se trataba de un macho adulto anillado en Yangtzehaven, en mayo de 2014. Todas las observaciones posteriores, excepto la última, se realizaron en las inmediaciones de la localidad de anillamiento. Su último gran vuelo le llevó a 1830 kilómetros de su colonia en Holanda.


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